Hace unos días charlaba con una amiga sobre los últimos proyectos que estoy realizando y me confesaba, medio en broma (y medio en serio, por lo tanto), que no acababa de comprender qué ventajas tenía recurrir a profesionales del interiorismo como yo. En fin: que lo que yo le contaba le resultaba interesante, pero que, en general, todo el tema del interiorismo le parecía un poco «de boquilla».
Reconozco que la confesión me pilló desprevenida. Porque no todos los días una oye que su trabajo no vale para nada. Pero entonces me di cuenta de que ella no estaba diciendo exactamente eso. Lo que estaba diciendo era que no sabía (he ahí lo importante) para qué sirve. Y es normal.
Ya lo he comentado en otras ocasiones. Las y los profesionales del interiorismo nos explicamos poco y, en general, mal. El resultado es esa imagen de superficialidad, de divas, de capricho. ¿Y para qué sirven las divas? Pues para nada, efectivamente.
Así que me propuse hacer un ejercicio de reflexión, para poner negro sobre blanco cuáles son las verdaderas ventajas del interiorismo cuando este es de verdad. Es decir, cuando se piensan los espacios de manera estratégica, y no solo en función de la decoración y el efectismo. Esto no es una respuesta solo para mi amiga, porque soy consciente de que hay muchas personas que piensan similar. Así que ahí va. ¡Dentro decálogo! (O casi)
1. Aporta funcionalidad
El interiorismo tal como yo lo concibo es un trabajo que analiza los espacios para sacar todo el provecho posible de ellos. Es decir: tratamos de ganar en funcionalidad y operatividad. Además, belleza y funcionalidad no están reñidas, sino que son dos conceptos entretejidos. Cuanto más funcional es un espacio, más bonito.
Pensémoslo por un momento: ¿puede ser bonito o agradable un espacio que nos está incordiando todo el tiempo? ¿Podemos sentirnos a gusto en un lugar donde nos es difícil movernos o donde no podemos hacer nuestro día a día? Está claro que no. Si la «belleza» que buscamos existiese separada de la funcionalidad, todo el mundo viviría en un cuadro de Mondrian o de Maruja Mallo.
En la práctica, la mayoría de las veces, mis clientes contactan conmigo para que les eche una mano con la funcionalidad. Tanto en negocios como en viviendas. Sobre todo cuanto más reducido es el espacio del que disponen, claro. El quid está en imaginar, por ejemplo, soluciones de mobiliario polivalente, que permitan adaptar el mismo espacio a diferentes usos, a veces tan diferentes como un comedor y un pequeño gimnasio doméstico.
Os sorprendería la cantidad de casas y locales comerciales enormes que están desaprovechados, y la cantidad de pequeños apartamentos y oficinas donde es posible conseguir confort con un poco de versatilidad.
2. Consigue que los espacios se adapten a nuestra vida, y no al revés
Esto ocurre casi siempre: los espacios en los que vamos a vivir o a trabajar están ahí antes de que lleguemos. Cuando se construye un edificio de viviendas y se ponen a la venta, muchas veces lo más que podemos escoger es si queremos 1, 2, ó 3 dormitorios. Y ya. Como nadie quiere meterse en obras nada más entrar — y como entrar ya es suficientemente caro, además —, lo que hacemos es embutir nuestra vida en esos espacios. E intentar sobrellevarlo.
Pero no debería ser así. Y el interiorismo funciona precisamente para eso: para conseguir que los espacios se adapten a nuestro modo de vida, sin que tengamos que renunciar a ella para poder habitarlos. Y sin que nos cueste un riñón. Al final, si el proyecto está bien hecho, pequeñas inversiones estratégicas nos hacen ganar mucho en calidad de vida.
3. Ensanchar los espacios y da calidez
A menudo, conseguir más espacio significa invertir muchos más euros. Sobre todo cuando hablamos del centro de la ciudad, de lugares con gran densidad de población o incluso de barrios donde las viviendas se han ido subdividiendo y reduciendo a la mínima expresión.
Las buenas noticias son que existen técnicas y soluciones que permiten ensanchar los espacios. O, al menos, dar una mayor sensación de amplitud. Es evidente que los metros cuadrados son importantes. Pero, cuando no podemos tener más, es importante eliminar la sensación de enclaustramiento, de nicho, de agobio.
Aunque solo sea por cómo los lugares que habitamos influyen en nuestro estado de ánimo y en nuestra salud psicológica. Dotar a esos espacios reducidos de mejor iluminación (que no siempre es lo mismo que más luz) o de detalles que aporten calidez y sensación de hogar, ayuda a sentirse mejor en ellos. Y, de nuevo, hablo tanto de viviendas como de oficinas o pequeños comercios o talleres.
4. Ahorra costes (y dolores de cabeza)
Esta ventaja está relacionada con lo que acabamos de decir en el punto 2. Aquello de «que no nos cueste un riñón». Honestamente: cambiar los espacios y adaptarlos a nuestras vidas o trabajos, a nuestras necesidades, cuesta dinero. Aunque no haya que tirar tabiques. Aunque reutilicemos la mayoría de elementos dándoles una segunda o tercera vida.
Lo que nos ofrece un interiorismo estratégico es el conocimiento y la experiencia para saber que las inversiones que se van a hacer darán los resultados esperados. Que no habrá que volver atrás, en otras palabras.
Conocer bien los diferentes tipos de materiales que la industria pone a nuestra disposición, los revestimientos, los tipos de iluminación, el mobiliario — y también lo que no se ve, las tripas de la bestia — ahorra mucho tiempo y dinero. De verdad. Mucho más de lo que cuesta un servicio de interiorismo.
Y aún diría más. No solo ahorra, sino que resulta rentable a medio plazo. En el caso de los negocios, entender el interiorismo como una parte de la estrategia de comunicación de la marca es esencial. De eso ya he hablado en otras ocasiones. Pero incluso en viviendas: mejorar los espacios aumenta el valor de la propiedad de cara a alquileres o ventas.
5. Se adapta a tu bolsillo
Un buen interiorismo se adapta al presupuesto y a lo que puedes o quieres invertir. Esta es una máxima de muchos estudios de diseño de interiores, y lo es también de Decorazul.
Antes de comenzar el diseño, es esencial conocer cuál es el presupuesto, qué se quiere hacer y cuáles son los puntos realmente urgentes. Esto nos permite planificar e ir directamente al punto más problemático para, una vez solucionado, abarcar más aspectos.
Si tienes en mente una renovación de tu local o tu casa, puedes considerar que lo que cuesta el trabajo de valoración, estudio y diseño del interiorismo corresponde, más o menos, a un 5% del total de la intervención. Un 5% que te puede ahorrar muchos sobrecostes, tiempo y dolores de cabeza, como hemos dicho en el punto justo anterior.
6. Facilita el mantenimiento
Relacionado con lo anterior, uno de los puntos en los que más insisto cuando trabajo es en que el proyecto resulte rentable también en cuanto a mantenimiento y conservación.
Es decir: por mucho que lo único que nos interese sea que «quede bonito», ese «bonito» hay que conservarlo. El diseño de interiores — o, al menos, el que yo practico — tiene en cuenta la durabilidad de las soluciones que propone.
Al fin y al cabo vivimos en un planeta finito, y, sinceramente, ya estoy harta de la basura decorativa que se tira porque se acabó un capricho o porque nos cansamos de aquel elemento genial que nos encantaba, pero ya no nos encanta tanto.
En resumen: el interiorismo ayuda a conservar los espacios (y el medio natural) porque evita malas decisiones. O, al menos, decisiones tomadas a la ligera.
7. Aporta calidad estética
Casi lo he dejado para el final, pero no puedo dejar de comentarlo. La calidad estética de un trabajo no es lo más importante, pero eso no significa que podamos prescindir de ella por completo.
Lo esencial — y por eso va en el punto 1 de este decálogo — es mejorar la funcionalidad de los espacios. Pero una casa no puede ser una cadena de montaje, si me permites la metáfora.
Aportar calidad estética con los acabados, con algunas piezas decorativas seleccionadas, con la utilización reflexionada del color y de la iluminación… Todo eso consigue espacios en los que realmente nos gusta estar. En los que nos encontramos a gusto.
Y eso es lo mínimo que deberíamos exigir a un espacio.
8. Ayuda a personas con dudas o con poco tiempo
Lo digo siempre: mi clientela está compuesta, en gran parte, por personas con poco tiempo para dedicárselo a mejorar sus entornos de vida o de trabajo, y por aquellas que sienten dudas, que no saben por dónde empezar.
Si eres de esas personas indecisas o con dudas, el interiorismo tiene la ventaja de tener muy claro qué puntos hay que tocar, en qué orden y qué es lo básico y lo adicional. Para eso, estudiamos y nos formamos durante años y ponemos a tu disposición el bagaje de nuestra experiencia.
Y si eres del otro grupo, del que no tiene tiempo para nada pero sabe que necesita hacer un cambio, la ventaja es que un estudio de interiorismo puede «ocuparse del problema», por así decirlo. En mi caso, esto no significa que yo vaya a ver el sitio, mida las distancias y vuelva al cabo de unos días con un diseño prêt-à-porter sacado de algún cajón y con cuatro cambios hechos para «ajustar el traje». Lo que significa es que, en lugar de perder el tiempo con divagaciones, estructuro el trabajo y te hago partícipe de los aspectos importantes sin ocuparte más tiempo del estrictamente necesario.
Y esto me lleva al último punto:
9. Es divertido
Hacerse cargo de transformar el lugar donde vives o donde trabajas puede parecer engorroso y problemático. Te imaginas teniendo que pelearte con electricistas, albañiles o equipos de fontanería y no parece muy divertido, es verdad.
Pero lo que hace el interiorismo es precisamente poner todo ese desorden, ese polvo y ese caos bajo control. El interiorismo, pensado estratégicamente, te da las herramientas para estructurar el trabajo y que la transformación fluya.
Además, antes de llegar a esa parte del proceso, también es divertido imaginar las posibles soluciones al problema. En Decorazul trabajo directamente con las personas que van a trabajar o vivir en ese espacio y las decisiones las tomamos mano a mano. Y el resultado que observo es que, al final, mis clientes se divierten. ¿Qué más puedo pedir?
Nada mal para un trabajo que no sabemos muy bien para qué sirve, ¿no?