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Nunca se había hablado tanto de los espacios de trabajo en casa. Nunca nos habíamos visto tan obligados a recluirnos y a adoptar fórmulas de teletrabajo como a partir de esta pandemia de Covid-19. Mientras en todos los ámbitos nos preguntamos cuáles serán las ventajas e inconvenientes de este cambio de tercio; mientras debatimos sobre las implicaciones económicas, psicológicas, de conciliación de todo este nuevo paradigma que se impone, una cosa está clara. Nuestras casas no están pensadas para que trabajemos en ellas.

En la mayoría de los casos, se trata de apartamentos construidos a base de plantillas de habitación, como un ejercicio de copiar y pegar de espacios que tienen como objetivo ser replicables como churros, aprovechar al máximo los metros cuadrados (por su impacto en el precio) y ya. El confort final, la ergonomía del espacio, la pertinencia de las divisiones y la usabilidad del resultado final importa poco, en la mayoría de casos.

Claro que hay estudios de arquitectura que dedican grandes esfuerzos a esto. Pero la mayoría de nosotras y nosotros vivimos en apartamentos y pisos hijos de algún boom de la construcción. Y ya sabemos que las épocas de expansión son poco dadas al cuidado de los detalles.

Un patrón obsoleto

Por eso no es casual que la mayoría de pisos y apartamentos tengan los mismos componentes: cocina, salón con comedor, baño y dormitorios. En los últimos años, incluso ha habido un interés por priorizar estos últimos, dotándolos de equipamiento para el descanso y el relax, cuando en realidad son los espacios que menos usamos en nuestra vida diaria.

Es evidente que a cada espacio hay que darle su importancia, y que esto se traduce en una dotación de metros cuadrados. No es inteligente proyectar un salón con las mismas dimensiones para una vivienda de 65m2 que para una de 90m2. Pero lo hacemos. Porque la plantilla no cambia en sí misma. Se adapta, a lo sumo, a la superficie de la parcela edificable.

Despacho en casa aprovechando un dormitorio infrautilizado

Una nueva necesidad

Con la necesidad sobrevenida de buscar espacios de trabajo y teletrabajo en nuestras casas, el espacio al que más hemos recurrido es el híbrido entre sala de estar y comedor. Si antes era ya un espacio relativamente polivalente, que podía acoger máquinas de gimnasia, zona de juegos y una mesa para comidas, ahora la mayoría ha optado por instalar en él también su oficina — a veces en condiciones realmente rudimentarias. Además, con el teletrabajo, se han multiplicado las videoconferencias, que muestran también partes de nuestra vivienda que antes quedaban restringidas a la esfera de los contactos más próximos y la intimidad.

Prescindir de usos ocasionales (comedor) para dar servicio a usos sobrevenidos (oficina) ha sido la norma, y es natural que así sea. Pero parece que el teletrabajo ha venido para quedarse, en un buen número de actividades. La pregunta es, ¿durante cuanto tiempo puede servir una solución puntual y temporal?

Nos vemos en la tesitura, por lo tanto, de adaptar nuestros hogares a un nuevo uso, que tiene sus propios requisitos. Saber cómo aprovechar las potencialidades de nuestras viviendas y cómo separar esas zonas que ahora serán exhibidas en nuestras reuniones telemáticas de las que queremos preservar de la vista de otras personas es fundamental.

Al mismo tiempo, somos cada vez más conscientes de lo importante que es la calidad del lugar donde vivimos. De la relevancia de conseguir espacios versátiles que nos sirvan para estar, para trabajar o para hacer deporte en casa.

Hora de hacer cambios

No es casual que nuestras casas y apartamentos estén ahora mismo sufriendo cambios. Es necesario adaptarlos a las nuevas rutinas. Además, al pasar más tiempo en casa, tendemos a reflexionar más sobre sus posibilidades y sus defectos. Muchos de los muebles «comeespacios» parece que han perdido su función y estorban.

Ahora es el momento de liberar espacio y repensarlo para que se adapte de verdad a lo que necesitamos. Lo bueno es que para hacerlo no se necesitan grandes inversiones. Muchas veces podemos aprovechar elementos que ya existen, dando nuevos usos a aquello que utilizábamos menos o solo de manera ocasional.

Eso es, precisamente, lo que hizo una de nuestras últimas clientas, profesora con un hijo adolescente. Necesitaba una zona tranquila y ordenada para poder trabajar desde casa y, al mismo tiempo, un espacio para que su hijo de 15 años pudiese estudiar, hacer videollamadas con sus amigos y pasar el rato.

Antes del proyecto, ella se había reservado una parte de la mesa del comedor, y había improvisado una zona de estar en el descanso de las escaleras para su hijo. La «solución de urgencia» no era cómoda, ni ergonómica, así que le propusimos destinar una habitación infrautilizada de la casa para espacio polivalente.

Se necesitaban una serie de elementos (mesa, estanterías, archivadores, etc.) que parecían no caber en aquel espacio, realmente reducido — solamente 15m2. Finalmente optamos por un diseño simplificado en L con el objetivo de aprovechar el armario ropero empotrado como archivador y biblioteca; integrarle un escritorio corrido para dos personas y dejar espacio libre para un sofá cama que permitiese usos ocasionales como dormitorio o como zona de ocio para su hijo.

Con el rediseño conseguimos recuperar e integrar lo que ya existía (abaratando la inversión), emplear solo elementos polivalentes (reduciendo el tiempo de ejecución de la obra), y crear un espacio único con decoración sencilla, funcional y atemporal. Pero, sobre todo, centrar la inversión en lo que realmente importaba: conseguir una solución ergonómica que mejora el conjunto de la vivienda y la hace más habitable y cómoda.

Existen muchos modos de acometer un proyecto de este tipo. En mi caso, me guío por los principios del interiorismo responsable: rentabilidad, sostenibilidad y diseño genuino. Un diseño que va al grano, acorta tiempos y costes y consigue resultados.

 

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